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El show del fracaso reciclado: los que volvieron para seguir hundiendo todo

Milei asegura que corrige sus errores, pero la realidad económica cuenta otra historia.

lunes, 4 de agosto de 2025

/ Redacción

Milei enfrenta críticas mientras la economía tambalea y el relato oficial se agrieta.

¿Milei está aprendiendo de sus errores? Esa fue la pregunta que abrió la mesa. Y es, en realidad, la gran pregunta que debería hacerse a todos los que se disfrazan de futuro y no son más que pasado reciclado con maquillaje nuevo. La respuesta, al menos hasta ahora, es un “más o menos” que ya empieza a impacientar.

Porque si hay algo claro, es que estamos atrapados en un loop sin salida: fórmulas gastadas, excusas repetidas y candidatos que no le hablan a la gente sino al espejo. Un país que debate si Macri debería salir a “vender Argentina” como si fuera una soja envasada, mientras el dólar pisa los 1.400 mangos y la inflación te come la heladera.

Milei sigue convencido de que el dólar no debería estar tan alto. Dice que tendría que valer entre 900 y 1.000 pesos. Según él, la suba no tiene fundamentos y no se va a trasladar a precios. Ahora, probá decírselo a la señora del súper cuando ve que la yerba le cuesta lo mismo que una botella de whisky importado.

Y mientras la economía se tambalea, el presidente confía en que va a ganar la provincia de Buenos Aires. Dice que el 7 de septiembre La Libertad Avanza se impone contra Fuerza Patria, y el 26 de octubre arrasa. Lo sostiene con una seguridad que asusta, porque pareciera que las urnas se manejan por decreto.

Pero algo empieza a crujir en el discurso. Milei, a cuentagotas, da señales de que tal vez —solo tal vez— haya que revisar los errores. Y no solo los ajenos: los propios también. Empezar a entender que no es lo mismo bardear desde Twitter que gobernar un país donde todo lo que decís se multiplica por mil en cuestión de minutos.

Porque esa idea de segmentar el mensaje —uno para los fieles, otro para el círculo rojo— ya no funciona. Todo se viraliza. Todo te rebota. Y cuando decís una burrada en streaming, a la media hora te la están repitiendo en la radio del bondi.

La comunicación presidencial es un show en sí mismo. Se juntan en Olivos a estudiar economía como si fuera un parcial, arman el libreto y al día siguiente salen todos en cadena a repetir lo mismo. La idea: mostrar coherencia. El efecto secundario: parecer una secta con guion preestablecido.

Y no es solo Milei. Del otro lado, el panorama es igual de patético. Vuelven los mismos de siempre: Máximo Kirchner, Juan Grabois, Guillermo Moreno. Caras conocidas, discursos repetidos y un nivel de nostalgia que solo emociona a los que siguen creyendo que “todo tiempo pasado fue mejor”.

Grabois se queja porque no le dieron lugar en las listas. Kirchner se abraza con los que lo insultaban ayer. Moreno reivindica a personajes impresentables. Y mientras tanto, se llenan las boletas con candidatos que ya fracasaron. Algunos, además, ni siquiera piensan asumir el cargo. Las famosas “candidaturas testimoniales”, ese invento argentino que debería dar vergüenza.

Los intendentes se anotan como concejales, los concejales como senadores, y todos hacen campaña hablando del pasado. Nadie propone nada. Nadie explica cómo vamos a resolver los quilombos de hoy. Pero todos están preocupados por cuidar su puestito.

Y si algo deja en evidencia el nivel de degradación política, es el accionar de Kicillof. En vez de mostrar gestión, va a actos a tirarle piedras a Milei, Macri o Vidal. Habla de inauguraciones y termina en catarsis ideológica. Lo invitan a un municipio y usa el micrófono para chicanear al intendente anfitrión. Después se ofende si lo mandan a freír churros.

En este circo electoral, las únicas ausentes son las ideas. Las reales. Las que se escriben con laburo, calle, y empatía con el que no llega a fin de mes. Los datos están: inseguridad al palo, impuestos por las nubes, changas que no alcanzan y precios que corren solos. Pero los candidatos están ocupados en armar alianzas para ver quién se queda con la lapicera.

La pregunta sigue en pie: ¿Milei está aprendiendo de sus errores? Tal vez. Pero la otra pregunta es más dura: ¿y el resto cuándo va a aprender? Porque si seguimos reciclando el fracaso, lo único que nos espera es una Argentina donde el cambio sea solo de nombre, pero no de rumbo.

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