
En Irán, las represas están vacías y el consumo de agua no se detiene.
En Irán, el cielo no ayuda. Y cuando cae algo de agua, no alcanza. Desde hace cinco años, las lluvias vienen en caída libre y los embalses se vacían a un ritmo alarmante. A eso se suma un uso poco eficiente del agua y un consumo que sigue alto, lo que terminó por llevar al país a una de las peores crisis hídricas de su historia reciente.
Los números reflejan la magnitud del problema: 19 grandes presas del país tienen menos del 20 % de su capacidad. Más del 80 % de sus reservas ya no están. La situación golpea por igual al norte y a las provincias áridas del sur.
En Teherán, la cosa es todavía más delicada. Los cuatro embalses que abastecen de agua a la capital están al 12 %, cuando lo normal sería entre el 60 y el 70 %. Así lo confirmó Mohsen Ardakani, director de la empresa de agua y cloacas de la provincia.
“Estamos en la mitad del verano y las reservas nunca estuvieron tan bajas. Hay que dejar de lado los eufemismos: esto es una crisis de agua en toda regla”, declaró el funcionario.
Mientras tanto, el consumo sigue arriba. En Teherán, cada persona usa cerca de 195 litros por día, el doble de lo recomendado. Y el 22 % del agua que se distribuye se pierde por fugas, conexiones ilegales o errores en las mediciones. Según Ardakani, solo el 11 % se debe a caños viejos, un nivel que está dentro del promedio internacional.
Los datos oficiales del Ministerio de Recursos Hídricos no dan lugar a dudas: entre octubre de 2024 y julio de 2025, las lluvias acumuladas fueron de solo 147 milímetros. Eso es un 41 % menos que el mismo periodo del año anterior, que ya había sido seco, y un 39 % por debajo del promedio histórico. Con menos de dos meses para cerrar el año hidrológico, todo indica que 2025 será el más seco en medio siglo.

El problema no afecta solo a las ciudades. El campo, que consume el 90 % del agua disponible, también está contra las cuerdas. Para Morad Kaviani, docente universitario y especialista en hidropolítica, lo que está pasando es directamente "un crimen contra las generaciones futuras". Según él, no se puede seguir sosteniendo un modelo agrícola que gasta más agua de la que el país puede reponer.
En las calles, la crisis ya se nota. Las campañas de ahorro se multiplican: fuentes apagadas, parques secos, piletas cerradas. En Teherán, esas campañas lograron bajar el consumo un 8 % en el último mes. Pero sigue sin alcanzar. Ardakani fue claro: “Si no bajamos el consumo en un 20 %, vamos a tener que aplicar cortes más duros”.
Los expertos coinciden en que la única salida posible pasa por un recorte fuerte en la demanda, una inversión seria en la red de distribución y un cambio profundo en el modelo de uso del agua. Si eso no pasa, Irán podría quedar atrapado en un ciclo de escasez permanente, donde cada gota valga oro y las decisiones no puedan postergarse más.