.jpg)
Escultura de San Cayetano sosteniendo un pan, símbolo de trabajo digno y esperanza. Cada 7 de agosto, miles acuden a pedir su intercesión por laburo.
Cada 7 de agosto, miles de personas se acercan al santuario de San Cayetano, en el barrio porteño de Liniers, para agradecer o pedir trabajo. Esta expresión popular, que mezcla fe, esperanza y reclamos sociales, volvió a repetirse con fuerza este año, acompañada por un mensaje claro de la Iglesia: “En todo plan económico, cuidar el empleo debe ser una prioridad indeclinable”.
La declaración fue emitida por la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina, encabezada por el arzobispo Marcelo Colombo, con el respaldo de otros obispos como Ángel Sixto Rossi (Córdoba), César Daniel Fernández (Jujuy) y Raúl Pizarro (San Isidro). En ella, se remarcó la necesidad de garantizar trabajo digno como base del bienestar y el tejido social.
Como es tradición, la celebración incluyó una vigilia que comenzó la noche anterior y culminó con la misa principal a cargo del arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva. A su vez, movimientos sociales, sindicatos y sectores opositores aprovecharon la fecha para movilizarse y visibilizar la situación económica.
“Trabajar es un derecho fundamental que construye la vida propia y la del grupo familiar”, señaló el documento, que también hizo foco en las consecuencias de la desocupación. “La falta de trabajo hiere profundamente la dignidad y puede conducir al aislamiento, el desaliento y la pérdida de sentido”, advirtió el Episcopado.
Además, se valoraron expresamente las distintas formas de trabajo que surgen frente a la crisis: changas, economía popular, reciclado, emprendimientos familiares. “Toda actividad que con esfuerzo lleva dignamente el pan a la mesa merece ser reconocida, acompañada y protegida”, indicaron los obispos.
La fecha de San Cayetano no es solo una tradición religiosa. Desde hace décadas, se convirtió también en una jornada de visibilización de la desigualdad y los reclamos por empleo. En este 2025, el contexto de inflación, pérdida del poder adquisitivo y alta informalidad laboral volvió a darle a la jornada un fuerte tinte social.
La figura de San Cayetano, patrono del Pan, la Paz y el Trabajo, adquirió un significado único en la Argentina. Su devoción creció especialmente en la década del 30, cuando el padre Domingo Falgioni, párroco de Liniers entre 1928 y 1938, repartió estampas del santo con una espiga de trigo a miles de vecinos que enfrentaban hambre y desocupación.
Hoy, la escena se repite con otros rostros y otros contextos, pero el mismo fondo: la fe popular se mezcla con las carencias del presente. Personas que hacen fila con fotos, cartas o currículums. Vecinas que agradecen haber conseguido un laburo estable. Jóvenes que piden por primera vez. Familias que se acercan en silencio.
“La fe sostiene, pero también duele”, dijo una mujer que viajó desde José C. Paz con su hijo. “Hace años que no consigue un laburo en blanco. Venimos cada año a pedirle al santo, porque es lo único que no perdimos: la fe”.
La Iglesia cerró su mensaje con una oración por “la intercesión de San Cayetano para que no falte el trabajo digno en nuestros hogares” y por quienes hoy están desocupados o en condiciones precarias, para que encuentren nuevas oportunidades que les devuelvan la esperanza.
Mientras tanto, la fila en Liniers sigue creciendo. Porque aunque el bolsillo no alcanza y el futuro es incierto, la gente sigue buscando una luz. Aunque sea entre velas, espigas y oraciones.