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¿Por qué se toma caña con ruda cada 1 de agosto en Argentina?

Cada 1 de agosto, cientos de argentinos toman caña con ruda en honor a la Pachamama, pidiendo salud y protección para el nuevo ciclo.

viernes, 1 de agosto de 2025

/ Titular24

Cada 1 de agosto, la tradición invita a agradecer a la Madre Tierra con caña y ruda.

Cada 1 de agosto, distintas comunidades del país —especialmente en el norte y la región del Litoral— se reúnen para conmemorar el Día de la Pachamama. Una de las prácticas más difundidas y esperadas de esta fecha es el ritual de tomar caña con ruda, una costumbre que nació en los pueblos originarios y que, con el tiempo, se volvió parte de la identidad cultural argentina.

La ceremonia tiene lugar en casas, locales comerciales e incluso espacios públicos. La preparación suele comenzar días antes: se maceran ramas de ruda macho, frescas o secas, en caña blanca. Algunos reemplazan la caña por ginebra, aunque la esencia del ritual se mantiene. Lo importante es tenerla lista para el 1 de agosto.

Ese día, al despertar y en ayunas, se deben tomar tres sorbos. Según la creencia, esto ayuda a limpiar energéticamente el cuerpo, alejar enfermedades, protegerse de las malas ondas y comenzar el mes con fuerza espiritual. Para muchos, no es solo un gesto simbólico: es un acto de fe.

La ruda, utilizada desde tiempos antiguos por pueblos guaraníes en Misiones y Corrientes, tiene un fuerte significado medicinal y protector. Servía para tratar afecciones respiratorias, dolores de panza y males propios del invierno. En combinación con la caña, se creía que sus propiedades se potenciaban y podían funcionar también como barrera energética.

El ritual también está ligado al agradecimiento. La Pachamama —la Madre Tierra— representa fertilidad, abundancia, alimento y vida. Por eso, en este día se le rinde tributo por los frutos entregados y se le pide que acompañe el nuevo ciclo con salud, trabajo y buena fortuna.

En muchos hogares, la caña con ruda se sirve en pequeños vasos, como si se tratara de una medicina sagrada. Algunas personas la guardan y la consumen durante todo el mes de agosto, siempre en ayunas y con intención positiva.

Si bien la tradición tiene su raíz en zonas rurales, en los últimos años se popularizó también en ciudades como Buenos Aires, Rosario o Córdoba. No es raro ver ferias donde se vende el preparado, junto a amuletos, plantas medicinales y objetos rituales. Cada año, más personas se suman a la práctica con respeto y curiosidad.

Para muchos, es una forma de reconectar con lo esencial, de hacer una pausa entre el ruido del día a día, y mirar hacia la tierra que nos sostiene. La ceremonia, sencilla pero profunda, renueva el vínculo con lo ancestral y con lo colectivo.

Además, muchas familias acompañan el ritual con otras prácticas: queman yuyos como el laurel o el romero para “limpiar el aire”, ofrecen alimentos a la tierra, o simplemente se sientan juntos a reflexionar. Lo importante no es seguir un guión exacto, sino el sentido del gesto.

El Día de la Pachamama no es solo una tradición del pasado. Es presente vivo. Es memoria compartida. Y es también una forma de mirar hacia adelante, honrando la tierra, la salud, y los lazos que nos unen.

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