
Javier Milei, rodeado de su equipo económico, en plena defensa tras la suba del dólar.
En tan solo una semana, el presidente Javier Milei repitió dos veces una palabra que, en la Argentina, suena fuerte y retumba en la memoria colectiva: “corrida”. Así calificó la reciente suba del dólar, una expresión que hasta el momento su equipo económico venía esquivando con cuidado. El término no es menor, sobre todo en un país donde ese tipo de crisis dejaron cicatrices profundas.
El uso de ese concepto encendió alarmas no solo en los mercados, sino también dentro del propio oficialismo. Mientras el dólar se movía sin freno, el discurso del gobierno osciló entre la denuncia y la minimización. Por un lado, desde Economía se intentó bajar el tono, señalando que la suba podría incluso ayudar a corregir el desequilibrio externo y que, por ahora, no se estaría trasladando de forma masiva a los precios. Por otro lado, el Presidente optó por culpar a dos bancos, cuya identidad circuló luego en off the record, agregando una dosis de tensión con el sistema financiero.
El jueves, Milei volvió a hablar del tema en una entrevista donde lo acompañaron Luis Caputo y otros funcionarios del área económica. Allí insistió en la idea de una embestida especulativa, ya en clave electoral. Pero lo que más llamó la atención fue el giro que dio hacia el plano político-institucional: volvió a apuntar contra el kirchnerismo y, con dureza, cargó también contra su propia vicepresidenta, Victoria Villarruel. El motivo, según explicó, fue el rol de ella en la aprobación de tres leyes que el Ejecutivo ya adelantó que vetará: aumento para jubilados, moratoria previsional y refuerzo para discapacidad.
Tildar de “traidora” a Villarruel en este momento político no solo genera un ruido interno considerable, sino que también complica los intentos recientes por mostrar un oficialismo más unido. En las últimas semanas, desde Olivos se venía filtrando una supuesta tregua entre Karina Milei y Santiago Caputo, figuras clave en la estrategia del gobierno. Esa imagen de paz parecía orientada a dar señales de estabilidad tanto política como económica.
Sin embargo, el cruce con la vice reaviva la interna en un contexto complejo, donde cada palabra puede impactar en los mercados y en la dinámica electoral. La estrategia parece apostar nuevamente a polarizar con el kirchnerismo, una jugada que Cristina Fernández no tardó en aceptar, aunque con riesgos. Porque si bien ese enfrentamiento puede ordenar políticamente a ambos bandos, la preocupación real para la gente sigue siendo el dólar, los precios y el laburo.
Mientras tanto, figuras como Guillermo Francos intentan vestir el conflicto con otro lenguaje. El ministro habló de empresarios que “le tienen fe” a Milei pero que temen por “el regreso del pasado”, en clara alusión al kirchnerismo. En la misma línea, Caputo intentó desdramatizar la situación: reconoció que algunos buscan cobertura frente a la incertidumbre política, pero sostuvo que el gobierno tiene la situación bajo control.
A todo esto, el oficialismo se prepara para formalizar nuevos vetos, en medio de negociaciones con gobernadores para blindarlos en Diputados. Lo que está en juego no es solo una disputa parlamentaria, sino también la dinámica de poder territorial de cara a octubre. En paralelo, el plazo para inscribir alianzas vence el jueves, lo que podría acelerar definiciones políticas de peso.
En resumen, la semana cerró con el dólar como protagonista indiscutido. El gobierno, lejos de enfriar los ánimos, sumó más tensión con declaraciones que apuntaron a bancos, a la oposición y hasta a su propio equipo. Y todo esto sucede cuando aún faltan casi tres meses para las elecciones generales, un trecho largo en un país donde cada semana puede ser un mundo.