
Investigadores argentinos lograron mejorar una bacteria del suelo que fertiliza la soja.
Una bacteria microscópica, que vive en el suelo y se asocia al cultivo de soja, podría convertirse en una pieza clave para mejorar el rendimiento del agro argentino. Se trata de la cepa E109 de Bradyrhizobium japonicum, utilizada desde hace más de 30 años como inoculante. Ahora, un equipo científico logró mejorarla mediante edición genética de precisión.
El trabajo fue coordinado por el investigador Nicolás Ayub, del Instituto de Agrobiotecnología y Biología Molecular (CONICET-INTA), y forma parte de una plataforma internacional que busca optimizar biofertilizantes, biofungicidas y bioinsecticidas en varios países de América Latina y Europa.
El cambio aplicado a la bacteria no implicó introducir genes de otro organismo. Se usó la técnica CRISPR/Cas9 para realizar una modificación interna en su propio genoma. Gracias a eso, la nueva versión mantiene la identidad biológica original, pero con una capacidad mejorada para fijar nitrógeno, lo que genera un aumento del rinde de hasta un 6% en soja.
Según explicó Ayub, el proceso es comparable a una corrección editorial: “es como cambiar una letra en un libro”. Esa mínima edición permite que la bacteria trabaje mejor sin dejar de ser lo que era. Al no tratarse de un organismo genéticamente modificado (OGM), la aprobación regulatoria en países como Brasil, Estados Unidos o Australia resulta más ágil.
Además del beneficio en la productividad, la nueva cepa permite reducir el uso de fertilizantes sintéticos. Esto no solo representa un ahorro económico para el productor, sino también un impacto ambiental positivo. Los biofertilizantes de este tipo no generan residuos químicos, ayudan a degradar restos de glifosato y bajan las emisiones de óxido nitroso, uno de los gases de efecto invernadero más potentes.
El precio de los fertilizantes nitrogenados, como explicó Ayub, se ha disparado en las últimas dos décadas por el aumento del costo del gas natural. En ese contexto, una solución biológica representa una herramienta útil para mejorar los márgenes sin depender de insumos importados.
El uso de biofertilizantes también mejora el suelo para los cultivos siguientes, como trigo o maíz, porque deja más nitrógeno disponible, lo que abarata la fertilización en las rotaciones.
El equipo espera que los primeros productos basados en esta cepa editada estén disponibles en el mercado en un plazo de un año. El desarrollo ya se encuentra en fase avanzada de pruebas y se planifica su uso en soja y alfalfa como primera etapa.
En paralelo, los investigadores trabajan en nuevas generaciones de bacterias editadas, pensadas para otros cultivos extensivos como trigo, arroz y maíz. También hay estudios en marcha sobre probióticos diseñados para ganado, con el objetivo de reducir las emisiones de metano del sistema digestivo.
El avance logrado por el equipo del CONICET representa un paso relevante en la biotecnología aplicada al agro, con foco en sustentabilidad, eficiencia y reducción de costos. Aunque se trata de un cambio microscópico, su alcance en la práctica podría sentirse a gran escala, tanto en los campos como en los bolsillos de quienes producen.